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domingo, 31 de mayo de 2009
Homilía de Pentecostés
"Pentecostés, en los tiempos de Jesús, era el día número cincuenta después de la primavera destinado a la fiesta de la cosecha. Terminaba un ciclo para dar inicio a otro nuevo, renovado.", comenzó explicando el P. Ricardo, haciendo referencia a una de las tantas fiestas paganas que Jesús tomó dándole nuevo significado."También cada cincuenta años -continuó- se celebraba un jubileo, año de gracia y perdón, donde toda ofensa o deuda era olvidada. El número siete era uno de los números perfectos, siete veces siete es cuarenta y nueve. El cincuenta era el culmen, el fin y principio de todo". Más adelante hizo una analogía con el suceso de la Torre de Babel relatado en el Antiguo Testamento. "Allí la diversidad de lenguas impidió la construcción de la Torre de Babel, aquí, en Pentecostés, los presentes podían oir a los discípulos hablar en sus propias lenguas vernáculas, pero con un único propósito, llevar a todos las maravillas de Dios. La diversidad de dones, de capacidades y talentos hace que cada uno, aportando lo suyo, colabore en la construcción de la Iglesia, cuerpo místico cuya cabeza es el mismo Jesús que nos infunde su Espíritu y nos mantiene unidos."
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