
El P. Javier, centró su homilía en torno a la “Alegría del Señor que viene”. Comenzó definiendo a la alegría como “la paz que viene al alma cuando se alcanza un objetivo”, y refirió varios ejemplos de distintos motivos y manifestaciones de alegrías que podemos tener en este mundo, pero “la verdadera alegría de los cristianos es el gozo del alma al saber que el Señor viene. Pero para recibir a Jesús debemos estar preparados.”
Luego señaló las condiciones que Juan el Bautista, en el Evangelio leído hoy, pone para vivir la alegría de la Navidad: la conversión, un giro que nos permita dejar el camino del pecado para seguir el camino de Jesús. Esto implica practicar la caridad, porque hay más alegría en dar que en recibir; vencer el egoísmo, porque nos impide ser generosos; no ser ambiciosos, en el sentido de acumular bienes materiales, porque nos quita la paz; no aprovecharse de la autoridad que podamos tener desde cualquier lugar, para nuestro propio beneficio. “Esto son sólo tres ejemplos, dijo, hay muchos más que exigen que revisemos para erradicarlos, porque todos ellos nos llevan a una sola cosa: no nos hacen felices”.
“La Iglesia nos invita hoy a redescubrir el valor de la alegría, como ese gozo que nace cuando se alcanza el objetivo. Por eso, preparémonos, queda poco tiempo para alcanzar el objetivo. Redescubramos el valor de la presencia de Cristo, y que en esta Navidad podamos festejar, expresar nuestra alegría exteriormente, porque ha nacido Cristo en nuestro corazón, que es lo más importante. Que así sea”.
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