
El diablo –explica el P. Javier– por ser una criatura angélica tiene poder, pero no más que Dios, y tiene armas para conquistar:
- la primera, la duda y la confusión: cada vez que, ante las cosas de Dios, pensamos “¿será cierto que…?” satanás nos está poniendo ante la duda. En la Lectura de hoy (Lc 4, 1-13) vemos cómo intenta también esto con Jesús: “Si tu eres el Hijo de Dios …”
- otras de sus armas es tocar el “punto débil” de la persona. Jesús, después de cuarenta días de ayuno en el desierto, lógicamente siente hambre y el diablo lo tienta diciendo “manda a esta piedras que se conviertan en pan”. Y Jesús resiste porque su misión no era hacer milagros para sí.
- Satanás es mentiroso por excelencia, y permanentemente cedemos antes sus engaños. Hay que estar muy atento como Jesús lo estuvo: “Todos estos reinos me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero”. ¡Mentira! No tiene poder sobre ningún reino, ninguna nación le ha sido entregada. Cuántas veces nosotros nos rendimos también ante la ambición de poder sobre los demás.
- La idolatría es otra de las armas: “Si tu te postras delante de mi…”. Tantas veces idolatramos falsos dioses, ídolos de carne o de piedras. Jesús tampoco cae ante esta nueva tentación: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”.
- Por último, el tentador recurre a otro de nuestros puntos débiles: el orgullo, la vanagloria. “…tírate de aquí abajo, porque está escrito: Él dará ordenes a sus ángeles para que ellos te cuiden”. Es cierto, está escrito. La tentación acá está en hacer que Dios haga un favor a su Hijo, haciendo un verdadero “show”, un espectáculo. Y esa no es la misión de Jesús. Él vino ha servir en la humildad, y no ha ser servido. El diablo intenta cambiar un orden establecido de las cosas. Y eso muchas veces lo experimentamos también nosotros: cambiar las cosas en favor nuestro.
En este Tiempo de Cuaresma se nos invita a practicar la limosna para vencer la vanagloria; el ayuno para vencer los apetitos, y para no caer en la idolatría, la oración. Y si aún así nos sentimos tentados, en el Padrenuestro Jesús nos enseña, y debemos repetirlo cada vez que sea necesario: “no nos dejes caer en la tentación”.
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