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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

domingo, 11 de abril de 2010

Homilía 2º Domingo de Pascua

“La fiesta de la Divina Misericordia, que se celebra siempre el segundo domingo de Pascua, indica una estrecha relación entre el misterio pascual de la redención y la Misericordia. La Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo son la mayor revelación del amor misericordioso de Dios. Esta fiesta ha de ser no sólo un día de adoración especial a Dios en este misterio, sino también un día de gracia para todas las almas.” (Del Boletín de la Parroquia Jesús Misericordioso)

“La Misericordia es una virtud que triunfa por encima de la justicia”, comenzó diciendo el P. Sergio en la homilía correspondiente al 2º Domingo de Pascua.
“La Justicia de Dios se deja vencer por la Misericordia, por eso Él perdona y nos da otra vez su Gracia. Así también nos pide a nosotros que obremos con nuestros hermanos. Cuando escuchamos algún consejo, alguna palabra que quiere el bien para nosotros debemos confiar. Tomás, en el Evangelio, quiso experimentar él mismo la presencia de Cristo Resucitado, no confió en la palabra de los otros apóstoles, y la fe de la Iglesia así se transmite: primero confío en lo que me enseña y luego creo.
Por otro lado, cuando nos enteramos del error o la equivocación de un hermano, no es para que salgamos a difundirlo, sino que somos instrumentos de la Misericordia de Dios para acercarnos a esa persona con calidez, con caridad, solidariamente, con mucha humildad a darle un consejo, una sugerencia para ayudar, para corregir, no porque seamos mejores o no tengamos pecados, sino que consciente de nuestro pecado y porque confiamos en la Misericordia y tratamos de mejorar es lo que nos motiva a ir al encuentro del hermano y decirle en lo que puede mejorar. De lo contrario, si no obramos así, somos cómplices de la equivocación del prójimo.
No debe importarnos lo que el otro puede llegar a pensar de nosotros. Debe importar más el bien que podamos llegar a hacer nosotros. Lo que él haga después pertenece a su libertad y con Dios se arreglará, pero a mi Dios me está pidiendo que de esto que me dí cuenta me tengo que hacer cargo. Pidámosle al Señor que realmente confiemos en su Misericordia.”

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