
Frente a las dificultades, en este caso la muerte de Jesús, aún sabiendo que había resucitado, los discípulos abandonan su ministerio para volver a la rutina, a su actividad cotidiana creyendo que eso era lo más seguro, lo que realmente sabían hacer.
A pesar de ser expertos pescadores, no logran pescar nada durante toda la noche. Jesús, al amanecer, les hace notar que sólo con su guía y ayuda pueden lograr el propósito. Es entonces cuando reconocen al Señor y nuevamente el entusiasmo se apodera de ellos.
“Por eso a nosotros también nos hace bien tener en cuenta que solamente la presencia de Jesús da sentido a nuestras vidas: para qué vivimos, para qué existimos, para qué nos reunimos hoy aquí en Domingo. Porque Cristo resucitó y sigue haciéndose presente entre nosotros.”
Cuando descubrimos a Jesús en nuestras vidas, debemos obrar como el discípulo amado, Juan, que no sólo reconoce al Señor para sí, sino que lo manifiesta abiertamente para que otros también descubran su presencia en las tareas de la vida diaria.
Al finalizar rogó a Dios para que cada uno de nosotros, en esas noches oscura de incertidumbre y desaciertos, encontremos a Jesús en las personas que intentan alentarnos e iluminar con su presencia nuestra noche. En ellos está Jesús para mostrarnos un nuevo y renovado amanecer.
“Y aprovechemos el Domingo para renovar nuestra fe, nuestra esperanza, y a partir de ahí descansar, retomar fuerzas, compartir y programar la semana de trabajo. Pidamos al Señor que cada día podamos decir como Pedro: «Si, te quiero. Tú sabes que te quiero». Que así sea”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario