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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

domingo, 23 de enero de 2011

Homilía del Domingo 23 de Enero de 2011

“En esta primera parte que tiene este Tiempo Durante el Año, que va desde la Epifanía hasta el Miércoles de Cenizas todas las Lecturas nos enseñan quién es Jesús. El Domingo pasado veíamos que Él se manifestaba como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y ahora nos enseña que es la Luz. La palabra luz en los textos bíblicos la tenemos que entender desde la segunda acepción que tiene en el hebreo, que significa Vida. Recordemos el Primer Capítulo del Libro del Génesis, en el primer día Dios separa la luz de la oscuridad, y luego continúa la creación en el lado de la luz, es decir, la luz como signo de vida, la luz como signo de orden.”
Con esta introducción catequística comenzó su homilía el P. Javier para referirse luego al sentido que Jesús quiere dar al presentarse como la Luz: con Él comienza un orden, una nueva vida, una nueva creación.
“En la primera Lectura escuchamos la profecía de Isaías que dice. «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz». Hace referencia al pueblo de Israel, sometido a la esclavitud, donde han perdido todo, hasta la dignidad como nación, e Isaías les anuncia la Luz, algo que les da esperanzas, el Mesías.”
“Jesús comienza su misión, precisamente, en las mismas ciudades anunciadas por el profeta, lugares desde donde partían los contingentes de esclavos a Babilonia: Cafarnaún, Zabulón y Naftalí. Allí comienza a iluminar la realidad del hombre, empieza a liberarlo, a sanarlo, y lo hace de una manera propia de Jesús, con su palabra. Pero… ¿qué veía la gente cuando escuchaba la Palabra del Maestro? Allí están los apóstoles, Pedro y su hermano Andrés; Santiago y Juan, basta que Jesús los llame y ellos inmediatamente dejan todo, sus redes, su padre, el trabajo de sus vidas y lo siguen… ¿qué ven? Es la Palabra de Jesús que los transforma, les da una nueva realidad…”
“Hoy también Jesús quiere hacer lo mismo con nosotros, quiere liberarnos, quiere transformarnos… quiere hacernos apóstoles. Pero para eso tenemos que escucharlo. Nosotros que tenemos la posibilidad de escuchar su Palabra todos los domingos, que estamos en mejores condiciones que los apóstoles a pesar del calor, no lo escuchamos, o no llega al corazón… y si su Palabra no llega al corazón entonces seguimos en las tinieblas.
Estamos igual que el pueblo de Israel cuando salió de Egipto: iban a la tierra que mana leche y miel, y se revelaban a Moisés porque querían el pan y la cebolla de Egipto. Nosotros también queremos volver a la esclavitud cuando decimos «esta Iglesia tan exigente», «esta Iglesia me impone cosas»… prefiero estar en el pecado, es mucho más cómodo…
Y Jesús vino a liberarme, vino a sanar, a dar luz, a dar sentido a mi vida. No tengamos miedo de buscar la Luz, no tengamos miedo de seguirlo. Todos tenemos esclavitudes pero a todas el Señor las puede vencer, las puede sanar. Dejemos que esa Palabra llegue, que esa Palabra entre a nuestro corazón y nos convierta, nos renueve, nos de vida, rompiendo con todo aquello que nos impide ser verdaderamente libres. Que así sea.”

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