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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

domingo, 7 de agosto de 2011

Homilía del 19º Dimingo durante el año

El P. Javier, en su homilía del día de hoy resaltó la importancia de la oración para encontrarnos con Dios.
Así, Elías, en la Primera Lectura (1Rey 19, 9-13), no encuentra a Dios en la tormenta, en el terremoto, ni en el incendio; Elías encuentra a Dios en el silencio. “Dios no está en los fenómenos naturales. Dios creó un mundo perfectible, y en esa acción ocurren fenómenos que el hombre no puede controlar. Dios no está en un accidente. Dios está en el silencio de la oración”.
El Evangelio (Mt 14, 22-33) relata la noche en que Jesús camina sobre las aguas: “No es ese el hecho más importante, dijo el sacerdote, lo importante es la oración que mantuvo Jesús con su Padre durante toda la noche. Al acercarse a los discípulos, ellos no lo conocen, lo confunden con un fantasma, pero Jesús les dice «Tranquilícense, soy yo, no teman». En nuestras vidas pasa algo similar. En los vientos en contra que soplan permanentemente (nuestras dificultades para avanzar) nos solemos enojar con Dios, y nos encerramos en nuestras propias cuevas, como Elías. Nos encerramos en nuestras propias seguridades: ´Dios no existe´; ´Dios me ha abandonado´, pero Dios jamás nos abandona, sólo que nosotros no sabemos verlo. El estar encerrados en nosotros mismos no nos permitimos verlo porque Dios no está en la tormenta, está en el silencio, por eso, cuando las dificultades nos agobien alejémonos del ruido, acerquémonos a la oración, y en el silencio escucharemos su voz porque el Señor siempre nos habla, solamente que a veces lo hace demasiado bajito.
Y realmente se hace presente en cada Misa, cada domingo en el Altar, allí aparece verdaderamente, como lo hizo con los apóstoles.”
Finalizó recomendando que cuando mayores sean las dificultades, más esfuerzo hagamos para acercarnos a la Eucaristía y encontrarnos con Jesús que nos dice “Tranquilícense, no teman”

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