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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

viernes, 2 de octubre de 2009

Cuento con moraleja

La leña estaba lejos, pero todos los días el viejo que vivía en el desierto cruzaba parte del arenal para ir a buscarla.
A mitad del arenal había un oasis con unos juncos, dos palmeras y una fuente de agua pura y fresca.
El viejo se aguantaba las ganas de beber, por hacer un sacrificio, y pasaba de largo junto al oasis; en el cielo Dios encendía una estrella, por el sacrificio que había ofrecido.
Esto sucedía todas las tardes.
Un día lo vino a visitar un joven y los dos se encaminaron a buscar la leña.
Cuando iban por el arenal, el joven caminaba con los labios resecos. De pronto vio el oasis y exclamó:
-¡Mira! ¡Una fuente! ¡Agua!
El viejo entonces pensó: si yo no bebo, él tampoco se atreverá a beber. Y se fue derecho a la fuente y se puso a beber; a su lado, el joven también bebía.
Pero el viejo pensó con tristeza: Hoy no se encenderá ninguna estrella; hoy no hice el sacrificio…
Cuando volvieron a caminar, en el cielo Dios encendió más brillante que nunca… dos estrellas.

Esto significa que, si es hermoso el sacrificio, más hermosa aún es la caridad; en el sacrificio voluntario puede encontrarse algún rastro de propia voluntad o disimulado egoísmo o complacencia; pero en la caridad todo es voluntad de Dios y complacencia del hermano.
Dios se complace cuando nosotros complacemos al prójimo.
Por eso, vale más complacer al prójimo que complacerse a sí mismo; aquí es donde se puede aplicar lo de "la caridad comienza por casa"; ha de comenzar por el prójimo.
Aunque, en último término, siempre somos nosotros los más beneficiados y, en ese sentido, siempre se trata de comenzar por casa.

En "Meditando la vida" de Alfonso Milagro

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