
“La limosna no es sólo el dinero que podamos ofrecer en la colecta –decía el Padre Javier– sino también lo que hagamos por el otro. La limosna es un signo, es mi entrega al otro, mi donación, mi talento.”
Refiriéndose a la generosidad silenciosa y oculta de la viuda que da todo lo que tenía para la subsistencia, dos monedas de cobre, dice: “Cuando doy de lo que me sobra, a veces, lo hago para que todo el mundo me vea y me aplauda, pero cuando yo doy generosamente sin esperar el aplauso estoy actuando como esta mujer”.
“La generosidad es dar sin esperar reconocimiento. La ayuda no es sólo dinero, la ayuda puede pasar por muchos aspectos. Las viudas de las lecturas nos enseñan mucho: ser generosos con nuestro tiempo, con lo poco que tenemos, con nuestros talentos, porque todos tenemos un talento que podemos poner a disposición de los demás”.
Al final de su prédica el Padre insistió en lo importante que es “darse”, “donarse” en silencio, porque Dios siempre ve en lo secreto: “Nadie vio a aquella viuda dar todo lo que poseía, sólo Jesús la vio, y se alegró y la ensalzó frente a sus discípulos. También nosotros podemos actuar de modo anónimo sabiendo que Jesús nos mira. Quizás nadie nos vea, pero nada escapa a los ojos de Jesús”.
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