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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

domingo, 20 de diciembre de 2009

Homilía 4º Domingo de Adviento

“La liturgia nos ofrece la posibilidad de contemplar y mirar la encarnación de Jesús en el seno de María, la Virgen, y de su primera actitud: la de ir al encuentro de aquel que la necesita”, comenzó diciendo el P. Ricardo en la homilía de hoy.
Rescató la humildad de la Virgen. Era costumbre del pueblo judío que la mujer recuperara su dignidad sólo cuando era “madre de…” los reyes, sacerdotes. María, en cambio, no hace alarde de su condición de “Madre del Salvador”, al contrario, se pone a disposición de su prima Isabel, en la que se representa a los que necesitan ayuda, están solos, los ancianos, los que menos tienen.
“Que esto también despierte en nosotros esa actitud hermosa de amor y de cariño que brota de la presencia de Jesús. Jesús transforma todo. Y María realmente comprendió y vivió la presencia de Jesús. Que nos anime a nosotros a salir al encuentro de aquel que más nos necesita. Ir al encuentro de la reconciliación. Llevar a Jesús a otros”.
Dijo también que es importante tratar de comprender el misterio de las palabras de Santa Isabel: Bendita eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿quién soy yo para que la Madre de mi Salvador venga a visitarme? Y poder repetir nosotros este saludo y disfrutar de la presencia de María.
Aconsejó que las dificultades familiares, sociales, económicas que cada uno tenemos no nos impidan vivir la presencia de Jesús en su Nacimiento. “Saludar al pariente, al vecino, a todo aquel del que nos encontramos alejados por nuestra diferencias son gestos de grandeza, de humildad. Dejémonos transformar, como María, por la presencia de Jesús, reconociendo que no es mérito de nuestras propias fuerzas, sino de la Gracia del Espíritu”.
Que al decir “Feliz navidad, esta simple frase nos llene de alegría porque, como dice Jesús, somos sencillos y humildes de corazón”, concluyó.

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