
Soy yo el Hijo Pródigo que vuelve,
pero no una, ni dos, ni diez... ¡mil veces!
Cada vez que confieso mis pecados
y el regreso a tu casa siempre ofreces.
Cuando en misa escuchaba la parábola
¡oh, soberbia de mí , que me indignaba!
porque al hijo bueno no daban gloria
y al terrible pecador festejaban.
Yo, a mi ciega ley tan aferrada,
no podía creer lo que escuchaba:
¿Cómo? ¿Al justo no le espera recompensa
más grandiosa que al que no respetó nada?
Muchos años pasaron y caídas
hasta que en mi experiencia comprendiera...
En mi orgullo deleznable creía
que de los dos hijos, el fiel yo era.
¡Que engreída, creyéndome intachable!
Iba a misa, cumplía mandamientos...
Pero... ¿cuánto abundaba en mezquindades
y rencores guardados bien adentro?
¿Yo la improba, la pura, la impecable?
¡No, Señor, descubrí que no soy esa!
Falta de misericordia había juzgado,
al que, arrepentido, a tus pies regresa.
Ahora si se quién soy realmente
y agradezco que, paciente me esperes.
Soy yo el Hijo Pródigo que vuelve,
pero no una, ni dos, ni diez... ¡mil veces!
Autor: Teresita de Antueno
Café del Abrazo Literario
Publicado en La Liturgia Cotidiana. Ed. San Pablo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario