El P. Javier, en su reflexión dominical, se adentró en el misterio de las muertes trágicas y de las reacciones de las personas ante hechos tan lamentables. A la Luz de la Palabra se preguntaba qué habrían hecho todas estas personas que han muerto violentamente, ya sea por distintos atentados o por la furia de la naturaleza.
Lo primero a tener en cuenta, dijo, es lo que Dios manifiesta a Moisés en la zarza ardiente, en el Libro del Éxodo en su capítulo 3, “Yo he visto la opresión de mi pueblo. Si, conozco muy bien sus sufrimientos”. Acá vemos que Dios no manda el sufrimiento, no se goza en el sufrimiento del hombre, al contrario, como dice san Pablo, se compadece, “padece con”. Como todo Padre sufre también Él cuando sufren sus hijos.
Entonces, quizás, todas esas personas son menos pecadoras que nosotros, entonces antes esa realidad nos damos cuenta lo frágiles que somos, lo limitada que es la vida. Por eso hay que valorarla, hay que cuidar la vida. En el mundo se promueve el aborto y la eutanasia, pero la muerte de un ser querido nos hace descubrir el valor irremplazable de una vida. ¿cómo estoy yo viviendo mi vida? ¿cómo la vivo ante Dios? Porque soy solo un administrador de esa vida que me dio Dios, por lo tanto tengo que cuidarla.
Pero ante una tragedia debemos ser instrumentos, como Moisés a través de quien Dios rescató a su pueblo. Tenemos que ser solidarios, acercarnos al hermano que sufre. Si obramos así, esa muerte no fue en vano, nos hemos convertido. Si nos mantenemos indiferentes, de brazos cruzados ante el dolor de una familia que ha perdido un hijo, no nos hemos convertido. Jesús usa la parábola de la higuera (Lc 13, 1-9). Esa higuera somos nosotros cuando optado por vivir una vida “tranquila”, sin compromisos, del “no te metás”.
Esa es la higuera que no da frutos. Y cuando el dueño quiere quitar la planta, el jardinero, Jesús, dice "yo la voy a podar y la voy abonar". El “podar”, el “abonar” son estas circunstancias que nos rodean y que nos hacen despertar, que nos invitan a la conversión. Dios debe usar estos signos porque cada vez estamos más cerrados, cada vez más indiferentes, más distantes del hermano que tengo al lado, y necesita de esas cosas para que despertemos.
Dios nos da un “cachetazo” para que despertemos pero también no abraza y consuela cuando nos arrepentimos y volvemos a Él. Así descubro a Dios, descubro a mi hermano, descubro el valor de mi vida.
Para finalizar, puso énfasis en que “este es el tiempo para la conversión, para descubrir a Dios, para descubrir al hermano y ser solidarios, después no hay más tiempo. Aprovechemos ahora, no sea que venga el dueño de mi “higuera”, que está muy linda, muy frondosa y tranquila, a pedirme los frutos, y he sido estéril, no tengo nada para rendir a Dios. Pidamos al Señor que sepamos descubrir en estos signos su poda, sus abonos para dar frutos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario