“El perdón no otorgado va quedando y genera en cada oportunidad que se nos presenta, un dolor que no nos deja ser felices.
Dios, porque nos ama, sólo quiere para nosotros que estemos bien, que seamos felices. Para eso tenemos la oración y los sacramentos. Si pensamos en eso cualquier herida y el pecado se pueden superar. Así piensa el Padre Misericordioso del Evangelio de hoy, pero a veces podemos caer en la tentación de pensar y obrar como el hermano mayor: con egoísmo observamos solamente lo negativo de los demás. Hay muchas circunstancias en lo cotidiano de nuestra vida que van a justificar un enojo, un cobrarle la factura, remover viejos pleitos, para seguir remarcando el error y el pecado. De actuar así, obviamente que no vamos a poder ser felices, nuestros chicos van a crecer en un espíritu de constante violencia y agresión. La misericordia está al alcance de nuestra mano y tiene que llegar al otro: dando un consejo, agradeciendo, abrazando y felicitando al otro puedo lograr o cambiar algo en su comportamiento, o en su hacer diario.
Estas actitudes serían las que más nos ayudan a evitar el pecado.
La predisposición al cambio ayuda. Acercándose a los sacramentos, al Sagrario, colaborando en los grupos de la Capilla, rezando el Rosario, juntándose en alguna casa a rezar por la familia o por un enfermo, participando de la catequesis, sobre todo los chicos perseverando para conocer cada día un poco más a Jesús. Pidamos esta Gracia al Padre que con su infinita Misericordia nos escucha y acompaña siempre. Que así sea.”
Al finalizar la Santa Misa, el P. Sergio, bendijo especialmente a todos los chicos presentes y a sus catequistas.
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