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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

lunes, 11 de octubre de 2010

Homilía 28º Domingo durante el año

“Jesús, en su camino a Jerusalén donde va a morir, va encontrándose con distintos personajes de los cuales Lucas tomas las relaciones y diálogos y los mezclas con las enseñanzas”, comienza diciendo en su homilía el P. Javier.
Después de una breve explicación, principalmente dirigida a los niños, respecto de las consecuencias de la lepra para los enfermos, tanto por la enfermedad misma como el trato recibido por parte de la sociedad resultando totalmente excluidos, el sacerdote aborda el tema propuesto por la Liturgia del día.
“Los leprosos, desde lejos, piden a Jesús compasión de ellos, a lo que Jesús los manda presentarse ante los sacerdotes. Y los manda a los sacerdotes porque los únicos que podían certificar que un enfermo había recuperado la salud eran ellos, y de ese modo eran admitidos nuevamente en el culto; la sociedad y la familia los volvía a aceptar. Por eso los manda a presentarse ante los sacerdotes. Y en el camino se dan cuenta que están curados. Imaginen la alegría que habrán experimentado después de quién sabe cuanto tiempo de estar enfermos, viviendo alejados de todos, en el desierto, en los cementerios, cascoteados por todo el mundo, y se fueron contentos. Pero claro, quedaron inmersos en esa alegría y se olvidaron de dar… ¡GRACIAS..!
Solamente uno se acordó, un samaritano que no creía en Dios, por lo menos en este Dios de los hebreos y se postró reconociendo en la persona de Jesús a Dios, y lo hizo por dos regalos: uno la sanación y otro más grande, la fe.
Este hombre en su desgracia descubrió a Dios y por eso también dio gracias.
Esto pasa hoy, muy poca gente da gracias. Parece que todo lo que uno recibe o ha recibido se lo merece, y en realidad todo lo que tenemos lo hemos recibido como un regalo de Dios: el mate de la mañana, el trabajo, la familia, la salud, todo es un regalo de Dios, incluso la enfermedad es un regalo de Dios, porque como los leprosos, en el dolor, la angustia, la enfermedad encontramos muchas veces a Dios y eso es una gracia. Este día, esta celebración es un regalo. Justamente, Eucaristía, que es otro nombre que recibe la Misa significa “dar gracias” y por eso estamos aquí.
Dios nos enseña hoy que debemos ser agradecidos. Nadie es tan rico que no necesite la ayuda del otro. Siempre estamos necesitando de la generosidad de los demás. Por eso, no olvidemos el maravilloso gesto de gratitud y humildad: decir gracias en todo momento y en toda circunstancia. Que esta semana pongamos en práctica el ejemplo de este hermano samaritano de ser agradecidos ante Dios y el prójimo.”

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