Impresionante testimonio científico que "de-muestra" (si es que alguien todavía necesita demostración) la presencia viva y real de Nuestro Señor Jesucristo en la Hostia Consagrada.
Una persona que recibió la Comunión en la mano se le cae la Hostia Consagrada al suelo y no la quiere tomar porque decía que estaba sucia, y se rehusó a tomar esa eucaristía del suelo. Otra persona más piadosa la colocó a un lado con más cuidado y le avisó al sacerdote lo ocurrido.
El sacerdote siguió el procedimiento para estos casos y colocó la Hostia en un recipiente con agua para que se disuelva, para luego echar dicha agua en una planta (como es el procedimiento a seguir), y la coloca dentro del Sagrario. Pasado un tiempo abre el Sagrario para desechar dicha agua donde se debía haber disuelto la Hostia y lo que vió fue que la Hostia no se disolvió sino que tenía manchas rojas de diversos tamaños.
Cuando dichas manchas rojas se llevan a un laboratorio para ser analizadas, el laboratorista confirma que contienen sangre humana del tipo AB, y que el tejido que se le ha entregado (era un pedazo de Hostia) corresponde a tejidos del miocardio de un corazón humano; pero lo que más sorprendió al laboratorista fue que el tejido humano latía, las células humanas seguían vivas (a pesar que todo científico sabe que los glóbulos rojos empiezan a morir a los 5 minutos de la muerte del ser humano).
Esta es la historia del milagro eucarístico de Buenos Aires.
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