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¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a vos!

lunes, 4 de abril de 2011

Homilía 4º Domingo de Cuaresma

El P. Javier, en su homilía, relacionó el Evangelio del día con el Libro del Génesis. Dios crea el hombre modelándolo en barro. Jesús hace barro con su saliva y le restituye la vista al ciego, como símbolo de la Creación, devolviéndole la condición de persona, sanándolo. En la época de Jesús los ciegos eran considerados maldecidos, pecadores. “Jesús lo rescata de la oscuridad, le devuelve la luz, le da la vida”.
“Nosotros también, cuando estamos en pecado, estamos en la oscuridad… somos ciegos.”
Jesús, acercándose a su Pascua, se nos manifiesta, domingo tras domingo, como el Camino; el Agua de Vida el domingo pasado, y hoy nos dice que Él es la Luz.”
“Cuando le damos la espalda a Dios, cuando nos alejamos de Él por el pecado no estamos en la Luz.”
“En el Bautismo se nos hecha agua, nos lavamos, y se nos entrega la luz, pero cada vez que pecamos quedamos en la ceguera… y ahí interviene Jesús devolviéndonos la vista, y la condición de hijo que perdimos por el pecado.”
Más adelante se refirió a “otros ciegos”. Los ciegos que no quieren ver la realidad de la presencia de Dios en nuestras vidas. “Esa ceguera se llama soberbia, dijo. Ante un hecho concreto, real, se niegan a ver, no aceptan la nueva condición, como le pasó al ciego del Evangelio que después de sanado nadie creía que fuera él.”
“La soberbia nos enceguece y decimos: «Yo hago lo que quiero»; «Yo decido qué aceptar y qué no»; «Yo decido qué está bien y qué está mal»… eso es soberbia; eso es querer manejar a Dios”.
“Por otro lado, la ceguera de los otros puede hacer que nos sintamos solos, que nadie nos acompañe, que nadie nos entienda: los esposos no acompañan; los hijos no hacen caso después de haberlos educados en la fe, y entonces nos preguntamos ¿dónde está Jesús… dónde está Dios?
Jesús, como con este ciego, está a nuestro lado y nos hace una pregunta; «Aún así ¿crees en Mí?». Cuando nos sentimos solos, aún practicando la fe, debemos abandonarnos en Dios y hacer ahí un acto de fe: ¡Creo, Señor! Y de esa manera se nos va llenado el corazón de algo de Luz.
“Que Cristo nos traiga su Luz, disipe las tinieblas, las cegueras de nuestros ojos y de esta hermosa comunidad de la Medalla Milagrosa. Que así sea.”

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